Paso 2 de nuestra aventura y no el menor. Cruzar el Mediterráneo desde Mónaco hasta Atenas. Después de 1.800 km y 13 días de remo, salí de allí sintiéndome muy bien y lleno de energía.

Es un paso que he estado esperando, el momento de poner en práctica lo que hemos estado preparando durante meses. Un primer logro personal. Hay que tomar decisiones, conocer los límites y a veces incluso superarlos.

Esta etapa me permitió descubrir la vida en un barco con una tripulación que no conocía. Gente fantástica que me aguantó, me ayudó y me apoyó durante esas largas horas de remo.

Fue un ritmo rápido pero logré mantenerlo con una buena organización. Es un poco como «metro, trabajo, sueño» pero esto es «tren, descanso, orden». Con una buena organización de mi «tiempo libre» pude dormir un total de 11 horas al día, intercaladas con algunas horas de remo (unas 4 horas al día), comidas así como otros momentos para distraerme (peinar a mis amigas, hacer la comida, escuchar música pero también no hacer nada).

Tampoco fue un «crucero por diversión»… Fuerte oleaje de hasta 2m/2m50, viento, encuentros inesperados que a menudo te hacen dar unos pasos hacia atrás. No siempre estoy cómodo sobre la tabla, a veces estoy cansado, no tengo el mejor ánimo, tengo miedo de las olas pero también de los animales, de la fauna marina.

Conseguí calmarme poco a poco con los posibles encuentros que podría tener. Empecé con un traje de neopreno completo y guantes y luego terminé en traje de baño y sin los guantes cuando me sentí más seguro. Pero una mañana me crucé con un pequeño tiburón y entonces… todo cobró sentido. Decidí volver al agua directamente porque, de lo contrario, nunca lo habría hecho. Y puede parecer una tontería, pero tener los guantes puestos todas las noches, creo que me quita un miedo.

Físicamente, me dolía un poco la espalda y los hombros, pero en general estaba bastante contento con el esfuerzo realizado.

En el plano mental/moral es muy diferente. Algunas dudas y cuestionamientos. A veces tenía miedo, y a veces el impulso de abandonar cruza tu mente, pero recuerdas por qué lo haces. Por los niños enfermos, por ti, por el grupo, por tu familia y también por los que ya no están. Todas las personas que nos apoyan y animan, ahí es donde encontramos la motivación para levantarnos a cualquier hora del día o de la noche para ir a remar.

Mis mayores dificultades fueron la distancia de mi familia y mis seres queridos, pero también la hidratación… Empecé la travesía con 48 horas de mareo en las que me obligué a beber para mejorar. Pero el agua desalada no es la mejor, y además me mareé con ella. Así que tuve dificultades para beber y me costó mucha energía.

Algunas pequeñas modificaciones y algo de trabajo (sobre todo en mí mismo) antes de emprender la gran aventura, pero eso no es lo que recordaré de la expedición de la prueba 2. Un gran acuerdo con un gran equipo. Un gran apoyo entre los 6 y un único objetivo que nos une.

Es por todas estas cosas bonitas y para probarme a mí mismo que acepté realizar el último y mayor paso de este proyecto: cruzar el Océano Pacífico.

Gracias a todas las personas que están trabajando para que esto ocurra.

Gracias chicas y gracias a la vida.

Fotografía: Jérémie Gabrien

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