¡Una gran aventura humana y deportiva!

Es un placer lograr nuestro objetivo inicial de recorrer 1.800 km entre Mónaco y Atenas. Una expedición de prueba exitosa y esencial, ya que nos permitió plantear diferentes puntos con vistas al Pacífico.

Como individuo, esta fue mi primera gran aventura de remo. Después de dos embarazos, un parto 2 meses antes, era el gran desconocido para mí.

Tenía tantas ganas de estar allí, de compartir este momento con las chicas y la tripulación y de descubrir las emociones y sensaciones de remar de noche, de la vida a bordo del barco, de remar en condiciones de mar difíciles, de estar lejos de mi familia… Nunca me cuestioné mi partida en esta travesía.

Dejar a mi pequeña en la víspera de su segundo cumpleaños no fue ciertamente fácil; ignorar las opiniones de los demás, creer en su sueño hasta el final, volver a centrarme en su familia con mi compañero, Gauthier, que me apoya al 300% y que es voluntario en el proyecto, fueron pasos clave para seguir centrado en el proyecto y salir de él sólo con resultados positivos.

Salí muy cansada entre el postparto, la organización del swimrun pero con unas ganas locas de coger el mar. El deseo y la necesidad de encontrarme frente a los elementos naturales, aislado, para finalmente respirar y volver a las cosas que en definitiva son bastante primarias: comer, remar, dormir. ¡Qué alegría!

La primera semana fue muy difícil. Las condiciones del mar fueron técnicas y difíciles desde el principio. Mi cuerpo debilitado, la falta de confianza en mí misma y las hormonas de la lactancia materna me han vuelto bastante emocional. Me he derrumbado. Pero ahí radica la fuerza del colectivo. Las chicas y el equipo estuvieron ahí cuando los necesité. En realidad, en ese barco ocurrió algo bastante mágico. Fui recuperando mis sensaciones poco a poco, fui recuperando la confianza y encontré mis automatismos de remo. Después fue más agradable para mí, pero había que pasar por estas etapas previas.

Remar de noche también es todo un reto, no sé si lo disfrutarás, pero lo haces. A veces también se encuentra placer en ello. Creo que uno de mis momentos favoritos fue remar bajo una luna llena rodeada de delfines bajo un cielo estrellado con nuestros ángeles acompañándonos. ¡Qué momento tan excepcional!

Aprecio mucho el ritmo que llevamos, la vida a bordo, la cohesión del grupo, el respeto mutuo para que la tripulación sea buena. En un barco, no puedes permitirte todo. Tienes que equilibrar tus sentimientos, tus miedos, tus temores y tu cansancio para que no pesen demasiado sobre el resto de la tripulación. Y creo que somos todo un equipo, en el que la risa está a la orden del día; reírse de las cosas, idear un chiste que relaje a todos en un momento crítico, eso sienta bien. Esta es la fuerza de este grupo, ¡el optimismo!

El encuentro con nuestro patrón Elohim fue también el punto más positivo de esta travesía, como un hermano mayor, se tomó su papel muy a pecho e hizo de su misión llevarnos a buen puerto. Es esencial tener plena confianza en su capitán. Sinceramente, el equipo es increíble. Sólo podemos darles las gracias por haberse implicado de la forma en que lo hicieron, con tanta amabilidad y sinceridad.

Es una experiencia única, y como dijo muy bien Margot, hay que vivirla para entenderla. Me doy cuenta de la suerte que tengo de participar en este proyecto solidario, que nos lleva a invertir en los demás, en los niños, en nuestros hijos, pero que también nos hace crecer intrínsecamente.

Gracias a todas las personas que hacen posible este proyecto: nuestros familiares, los voluntarios, los socios institucionales, privados y particulares, gracias a todos los que creen en nosotros, en Cap Optimist y que han elegido estar a nuestro lado en esta loca y gran aventura.

¡No puedo esperar al Pacífico con este gran equipo!

Fotografía: Jérémie Gabrien

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